miércoles, 29 de enero de 2014

¡Yo volveré!



Espérame y yo volveré 
pero espérame mucho. 
Espérame cuando las tristes lluvias lleguen 
y cuando el calor llegue, no dejes de esperar. 
Espérame cuando ya nadie espere 
y el ayer se haya olvidado ya. 
Espérame aún cuando de lejos 
mis cartas no lleguen más. 
Espérame cuando ya todos 
se cansen juntos de esperar. 
Espérame y yo volveré. 
No quieras bien te ruego 
a los que repitan de memoria 
que ya es tiempo de olvidar 
aun si la madre o el hijo ya creyesen que no existo ya. 
Deja que los amigos 
sentados junto al fuego 
se cansen de esperar 
y beban vino amargo 
en honor a mi recuerdo. 
Espérame y con ellos 
no te apresures a beber. 
Espérame y yo volveré 
para que la muerte rabie. 
Aquél que nunca me ha esperado 
tal vez dirá de mí 
el pobre tuvo suerte. 
No comprenderán jamás 
los que jamás han esperado 
cómo tú del fuego me salvaste 
de cómo he sobrevivido 
lo sabremos sólo tú y yo. 
Es que sencillamente me esperaste 
como nunca nadie me esperó
(1915 - 1979)

viernes, 24 de enero de 2014

Campo nuestro

En lo alto de esas cumbres agobiantes
hallaremos laderas y peñascos,
donde yacen metales, momias de alga,
peces cristalizados;
pero jamás la extensa certidumbre
de que antes de humillarnos para siempre,
has preferido, campo, el ascetismo
de negarte a ti mismo.
Fuiste viva presencia o fiel memoria
desde mis más remota prehistoria.
Mucho antes de intimar con los palotes
mi amistad te abrazaba en cada poste.
Chapaleando en el cielo de tus charcos
me rocé con tus ranas y tus astros.
Junto con tu recuerdo se aproxima
el relente a distancia y pasto herido
con que impregnas las botas... la fatiga.
Galopar. Galopar. ¿Ritmo perdido?
hasta encontrarlo dentro de uno mismo.
Siempre volvemos, campo, de tus tardes
con un lucero humeante...
entre los labios.
Una tarde, en el mar, tú me llamaste,
pero en vez de tu escueta reciedumbre
pasaba ante la borda un campo equívoco
de andares voluptuosos y evasivos.
Me llamaste, otra vez, con voz de madre
Y en tu silencio sólo halló una vaca
junto a un charco de luna arrodillada;
arrodillada, campo, ante tu nada.
Cuando me acerco, pampa, a tu recuerdo,
te me vas, despacio, para adentro...
al trote corto, campo, al trotecito.
Aunque me ignores, campo, soy tu amigo.
Entra y descansa, campo. Desensilla.
Deja de ser eterna lejanía.
Cuanto más te repito y te repito
quisiera repetirte al infinito.
Nunca permitas, campo, que se agote
nuestra sed de horizonte y de galope.
Templa mis nervios, campo ilimitado,
al recio diapasón del alambrado.
Aquí mi soledad. Esta mi mano.
Dondequiera que vayas te acompaño.
Si no hubieras andado siempre solo
¿todavía tendrías voz de toro?
Tu soledad, tu soledad... ¡la mía!
Un sorbo tras el otro, noche y día,
como si fuera, campo, mate amargo.
A veces soledad, otras silencio,
pero ante todo, campo: padre-nuestro.

agosto 1891 - enero 1967

martes, 21 de enero de 2014

Nada se compara a tu sonrisa




¡Te vi llorar! Tu lágrima, bien mío,
En tu pupila azul brillaba inquieta,
Como la blanca gota de rocío
Sobre el tallo gentil de la violeta.

¡Te vi reír! Y un fecundo mayo,
Las rosas deshojadas por la brisa
No pudieron copiar en su desmayo
La inefable expresión de tu sonrisa.

Así como las nubes en el cielo
Del sol reciben una luz tan bella,
Que la noche no borra con su velo,
Ni eclipsa con su luz la clara estrella.

Tu sonrisa transmite la ventura
Al alma triste, y tu mirada incierta,
Deja una dulce claridad tan pura
Que llega al corazón después de muerta.

(22 de enero de 1788 – 19 de abril de 1824)

viernes, 17 de enero de 2014

¿Tengo menos libertad?



¡Ay mísero de mí...!

[Soliloquio: fragmento de La vida es sueño]

¡Ay mísero de mí, y ay, infelice! 
Apurar, cielos, pretendo, 
ya que me tratáis así 
qué delito cometí 
contra vosotros naciendo; 
aunque si nací, ya entiendo 
qué delito he cometido. 
Bastante causa ha tenido 
vuestra justicia y rigor; 
pues el delito mayor 
del hombre es haber nacido.

Sólo quisiera saber 
para apurar mis desvelos 
(dejando a una parte, cielos, 
el delito de nacer), 
qué más os pude ofender 
para castigarme más. 
¿No nacieron los demás? 
Pues si los demás nacieron, 
¿qué privilegios tuvieron 
qué yo no gocé jamás?

Nace el ave, y con las galas 
que le dan belleza suma, 
apenas es flor de pluma 
o ramillete con alas, 
cuando las etéreas salas 
corta con velocidad, 
negándose a la piedad 
del nido que deja en calma; 
¿y teniendo yo más alma, 
tengo menos libertad?

Nace el bruto, y con la piel 
que dibujan manchas bellas, 
apenas signo es de estrellas 
(gracias al docto pincel), 
cuando, atrevida y crüel 
la humana necesidad 
le enseña a tener crueldad, 
monstruo de su laberinto; 
¿y yo, con mejor instinto, 
tengo menos libertad?

Nace el pez, que no respira, 
aborto de ovas y lamas, 
y apenas, bajel de escamas, 
sobre las ondas se mira, 
cuando a todas partes gira, 
midiendo la inmensidad 
de tanta capacidad 
como le da el centro frío; 
¿y yo, con más albedrío, 
tengo menos libertad?

Nace el arroyo, culebra 
que entre flores se desata, 
y apenas, sierpe de plata, 
entre las flores se quiebra, 
cuando músico celebra 
de las flores la piedad 
que le dan la majestad 
del campo abierto a su huida; 
¿y teniendo yo más vida 
tengo menos libertad?

En llegando a esta pasión, 
un volcán, un Etna hecho, 
quisiera sacar del pecho 
pedazos del corazón. 
¿Qué ley, justicia o razón, 
negar a los hombres sabe 
privilegio tan süave, 
excepción tan principal, 
que Dios le ha dado a un cristal, 
a un pez, a un bruto y a un ave?

(17 de enero de 1600 - 25 de mayo de 1681

miércoles, 15 de enero de 2014

El universo desnudo...y el espíritu libre


Nos dejó su último poema y silenció su pluma... no su voz, que sigue resonando fuerte. 

Juan Gelman se despidió del mundo, de su azarosa existencia, de su búsqueda incesante.

Para decir adiós a un poeta no hay más que dar vida a sus palabras.

Hasta siempre Juan Gelman.


Alza tus brazos, 
ellos encierran a la noche, 
desátala sobre mi sed,
tambor, tambor, mi fuego.

Que la noche nos cubra con una campana,
que suene suavemente a cada golpe del amor.

Entiérrame la sombra, lávame con ceniza, 
cávame del dolor, límpiame el aire:
yo quiero amarte libre.

Tú destruyes el mundo para que esto suceda
tu comienzas el mundo para que esto suceda.

martes, 14 de enero de 2014

El verdadero rostro de un clásico


Un día como hoy pero del año 1898 abandonaba este mundo Charles Lutwidge Dodgson, más conocido como Lewis Carroll, autor de la mundialmente famosa obra infantil "Alicia en el país de las maravillas".

Si bien Lewis Carroll (usaremos su seudónimo) pasó a la historia como escritor, y poco más, poco menos, todos hemos leído su libro o visto alguna adaptación del mismo en dibujos animados, cine o teatro (además de haber sido representada en pinturas), cierto es que su autor fue mucho más allá de este cuento y también la historia que radica detrás del mismo.

Carroll, además de escritor, fue diácono anglicano, lógico, matemático y fotógrafo. Teniendo una vida marcada por las características de la época de una Inglaterra victoriana y la temprana muerte de su madre, Lewis gustaba de la compañía de niñas pequeñas más que de los adultos.

Gracias a su faceta de fotógrafo podemos conocer el rostro de la verdadera Alicia (es la niña que aparece en la foto), por quien él sentía un verdadero y curioso afecto. Con tan solo 10 años de edad, fue una de las tantas jóvenes a quien Lewis gustaba retratar incesantemente en sus fotografías, siendo muy cuestionado por sus prácticas. Él tenía una maleta con disfraces y generalmente vestía con ellos a sus jóvenes modelos o las dejaba desnudas, algunas de esas fotos se conservan. 

Más allá de toda opinión que pueda generar, es interesante ver otra faceta de este genial autor, quien también fue experto y delicado fotógrafo; así como conocer el origen de un clásico de la literatura... y al autor detrás de su obra. 

martes, 7 de enero de 2014

Llueve...



¡Cómo resbala el agua  por mi espalda!
                    ¡Cómo moja mi falda, 
Y pone  en mis mejillas su frescura de nieve!
                    Llueve, llueve, llueve,

                    Y voy,  senda adelante,
Con el alma ligera y la cara radiante,
                    Sin sentir, sin soñar,
Llena de la voluptuosidad de no pensar.

                    Un pájaro se baña
En una charca turbia. Mi presencia le extraña,
Se detiene... Me mira... Nos sentimos amigos...
¡Los dos amamos muchos cielos, campos y trigos!

                    Después es el asombro
De un labriego que pasa con su azada en el hombro.
                    Y la lluvia me cubre 
De todas las fragancias que a los setos da Octubre.

Y es, sobre mi cuerpo por el agua empapado,
Como un maravilloso y estupendo tocado
De gotas cristalinas, de flores deshojadas
Que vuelcan a mi paso las plantas asombradas.

                    Y siento, en la vacuidad
Del cerebro sin sueño, la voluptuosidad
Del placer infinito, dulce y desconocido,
                    De un minuto de olvido.

                    Llueve, llueve, llueve,
Y tengo en alma y carne, como un frescor de nieve.

jueves, 2 de enero de 2014

Desde el oriente...


Reyes que venís por ellas, 

no busquéis estrellas ya,
porque donde el sol está 
no tienen luz las estrellas.

Reyes que venís de Oriente 
al Oriente del sol solo,
que más hermoso que Apolo, 
sale del alba excelente.

Mirando sus luces bellas, 
no sigáis la vuestra ya,
porque donde el sol está 
no tienen luz las estrellas.

No busquéis la estrella ahora, 
que su luz ha oscurecido
este sol recién nacido, 
en esta Virgen Aurora.

Ya no hallaréis luz en ellas, 
el niño os alumbra ya,
porque donde el sol está 
no tienen luz las estrellas.

Aunque eclipsarse pretende, 
no reparéis en su llanto,
porque nunca llueve tanto 
como cuando el sol se enciende.

Aquellas lágrimas bellas, 
la estrella oscurece ya,
porque donde el sol está 
no tienen luz las estrellas.