Para compartir libros e intercambiar ideas entre los usuarios de la Biblioteca Recreativa de la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República, Montevideo, Uruguay, contemplando los principios de la Educación Pública.
Como si nunca hubiera sido mía, dad al aire mi voz y que en el aire sea de todos y la sepan todos igual que una mañana o una tarde. Ni a la rama tan sólo abril acude ni el agua espera sólo el estiaje. ¿Quién podrá decir que es suyo el viento, suya la luz, el canto de las aves en el que esplende la estación, más cuando llega la noche y en los chopos arde tan peligrosamente retenida? ¡Que todo acabe aquí, que todo acabe de una vez para siempre! La flor vive tan bella porque vive poco tiempo y, sin embargo, cómo se da, unánime, dejando de ser flor y convirtiéndose en ímpetu de entrega. Invierno, aunque no esté detrás la primavera, saca fuera de mí lo mío y hazme parte, inútil polen que se pierde en tierra pero ha sido de todos y de nadie. Sobre el abierto páramo, el relente es pinar en el pino, aire en el aire, relente sólo para mí sequía. Sobre la voz que va excavando un cauce qué sacrilegio éste del cuerpo, éste de no poder ser hostia para darse.
“¿Juráis a Dios y a la Patria cumplir y hacer cumplir en cuanto de Vos dependa, la Constitución del Estado Oriental del Uruguay sancionada el 10 de Setiembre de 1829 por los representantes de la Nación? ¿Juráis sostener y defender la forma de gobierno Representativo Republicano que establece la Constitución? Si así lo hiciéreis Dios os ayudará; si no, Él y la Patria os lo demandarán”
Un día como el de hoy pero del año 1621 nacía Jean de la Fontaine, creador de fábulas tan conocidas como "El gato y los ratones", "El ratón de campo y el ratón de ciudad", "La zorra y la cigüeña", "La mochila", "El león y el ratón", "Dos amigos", "El maestro y el niño", "El sol y las ranas", "El león, el lobo y la zorra", "La liebre y la tortuga", entre otras.
Toda fábula se caracteriza por ser breve, y sus personajes suelen ser animales con características humanas. Su finalidad es la de impartir una enseñanza o moraleja y generalmente van dedicadas a los niños.
Si bien ya existían fábulas dos mil años antes de Cristo, en Mesopotamia, son más conocidas las de Esopo, en la antigua Grecia.
Roma tomo la tradición griega de este estilo literario y contó con representantes como Horacio y Flavio Aviano. Durante la Edad Media y el Renacimiento también se cultivó este género.
Sin embargo, junto con las de Esopo, las más populares han sido las de Jean de la Fontaine, las cuales fueron recogidas en incontables cuentos infantiles en la actualidad, y representada de muchas formas en diferentes medios de comunicación.
Cantó la cigarra durante todo el verano, retozó y descansó, y se ufanó de su arte, y al llegar el invierno se encontró sin nada: ni una mosca, ni un gusano.
Fue entonces a llorar su hambre a la hormiga vecina, pidiéndole que le prestara de su grano hasta la llegada de la próxima estación.
- Te pagaré la deuda con sus intereses; -- le dijo --antes de la cosecha, te doy mi palabra.
Mas la hormiga no es nada generosa, y este es su menor defecto. Y le preguntó a la cigarra:
- ¿ Qué hacías tú cuando el tiempo era cálido y bello ?
- Cantaba noche y día libremente -- respondió la despreocupada cigarra.
- ¿ Conque cantabas ? ¡ Me gusta tu frescura ! Pues entonces ponte ahora a bailar, amiga mía.
No pases tu tiempo dedicado sólo al placer. Trabaja, y guarda de tu cosecha para los momentos de escasez.
El próximo domingo 7 de julio se recordará un año más de la defunción de Sir Arthur Conan Doyle, padre del más que mundialmente reconocido detective Sherlock Holmes.
Reflexionando sobre este curioso personaje se hace evidente uno de los principios de la lectura, señalado por el escritor español Javier Cercas: "Un libro es una partitura y es el lector el que la interpreta. Yo pongo la mitad y el lector tiene que poner la otra. Por eso cada lector crea su propio libro y por eso es el libro el que lee al lector."
Esto indica que la imagen habitual que tenemos en nuestro imaginario de Holmes no es exactamente la creada por su autor sino aquella construida por diferentes interpretaciones, las cuales se fueron impregnando en el imaginario popular a través del cine, la televisión, el teatro y los diferentes medios de comunicación.
Cabe destacar que, por ejemplo, la famosa frase "Elemental, mi querido Watson" nunca es dicha por Sherlock Holmes en ninguno de los libros, sino que surge en el cine, más precisamente en "El retorno de Sherlock Holmes" de 1929, protagonizada por Clive Brook.
Asimismo, su gorra de cazador tampoco figura en las obras escritas por Doyle, sino que en uno de sus relatos menciona que usa una gorra de paño. El ilustrador del libro es quien crea esa imagen que permanece inmortalizada.
Del mismo modo, su pipa tampoco fue creada por Conan Doyle, ya que no eran corrientes durante el siglo XIX. Esta surge en una representación teatral de la obra en el año 1899, por William Gillette.
Como puede observarse, toda interpretación es válida y colaborativa, al igual que ya ocurría con la tradición oral y los romanceros medievales. El personaje supera a su autor y cobra vida propia a través de la imaginación de sus lectores.
Las nuevas visiones que llegaron hasta nosotros a través de los años le fueron sumando características. ¿Quién diga que dentro de unos años no lo conoceremos como gran luchador además de pensador?, al menos eso nos dejó también sus últimas apariciones cinematográficas.
¿Quieres descubrir a Sherlock Holmes?, te esperamos en tu Biblioteca Recreativa.-
Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián, y solicita que le permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.
-Tal vez -dice el centinela- pero no por ahora.
La puerta que da a la Ley está abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el hombre se inclina para espiar. El guardián lo ve, se sonríe y le dice:
-Si tu deseo es tan grande haz la prueba de entrar a pesar de mi prohibición. Pero recuerda que soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón también hay guardianes, cada uno más poderoso que el otro. Ya el tercer guardián es tan terrible que no puedo mirarlo siquiera.
El campesino no había previsto estas dificultades; la Ley debería ser siempre accesible para todos, piensa, pero al fijarse en el guardián, con su abrigo de pieles, su nariz grande y aguileña, su barba negra de tártaro, rala y negra, decide que le conviene más esperar. El guardián le da un escabel y le permite sentarse a un costado de la puerta.
Allí espera días y años. Intenta infinitas veces entrar y fatiga al guardián con sus súplicas. Con frecuencia el guardián conversa brevemente con él, le hace preguntas sobre su país y sobre muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes señores, y, finalmente siempre le repite que no puede dejarlo entrar. El hombre, que se ha provisto de muchas cosas para el viaje, sacrifica todo, por valioso que sea, para sobornar al guardián. Este acepta todo, en efecto, pero le dice:
-Lo acepto para que no creas que has omitido ningún esfuerzo.
Durante esos largos años, el hombre observa casi continuamente al guardián: se olvida de los otros y le parece que éste es el único obstáculo que lo separa de la Ley. Maldice su mala suerte, durante los primeros años audazmente y en voz alta; más tarde, a medida que envejece, sólo murmura para sí. Retorna a la infancia, y como en su cuidadosa y larga contemplación del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de piel, también suplica a las pulgas que lo ayuden y convenzan al guardián. Finalmente, su vista se debilita, y ya no sabe si realmente hay menos luz, o si sólo lo engañan sus ojos. Pero en medio de la oscuridad distingue un resplandor, que surge inextinguible de la puerta de la Ley. Ya le queda poco tiempo de vida. Antes de morir, todas las experiencias de esos largos años se confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado. Hace señas al guardián para que se acerque, ya que el rigor de la muerte comienza a endurecer su cuerpo. El guardián se ve obligado a agacharse mucho para hablar con él, porque la disparidad de estaturas entre ambos ha aumentado bastante con el tiempo, para desmedro del campesino.
-¿Qué quieres saber ahora? -pregunta el guardián-. Eres insaciable.
-Todos se esfuerzan por llegar a la Ley -dice el hombre-; ¿cómo es posible entonces que durante tantos años nadie más que yo pretendiera entrar?
El guardián comprende que el hombre está por morir, y para que sus desfallecientes sentidos perciban sus palabras, le dice junto al oído con voz atronadora:
-Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era solamente para ti. Ahora voy a cerrarla.