lunes, 10 de agosto de 2009

Mi niñez

Tenía diez años y un gato
peludo, funámbulo y necio,

que me esperaba en los alambres del patio
a la vuelta del colegio.
 Tenía un balcón con albahaca 
y un ejército de botones 
y un tren con vagones de lata 
roto entre dos estaciones.
 Tenía un cielo azul y un jardín de adoquines 
y una historia a quemar temblándome en la piel. 
Era un bello jinete 
sobre mi patinete,
burlando cada esquina 
como una golondrina,
sin nada que olvidar 
porque ayer aprendí a volar, 
perdiendo el tiempo de cara al mar.
 Tenía una casa sombría, 
que madre vistió de ternura, 
y una almohada que hablaba y sabía 
de mi ambición de ser cura.
 Tenía un canario amarillo 
que sólo trinaba su pena 
oyendo algún viejo organillo 
o mi radio de galena.
 Y en julio, en Aragón, tenía un pueblecillo, 
una acequia, un establo y unas ruinas al sol. 
Al viento los ombligos, 
volaban cuatro amigos, 
picados de viruela 
y huérfanos de escuela, 
robando uva y maíz, 
chupando caña y regaliz. 
Creo que entonces yo era feliz.
 Tenía cuatro sacramentos
y un ángel de la guarda amigo 
y un «Paris-Hollywood» prestado y mugriento 
escondido entre mis libros.
 Tenía una novia morena, 
que abrió a la luna mis sentidos 
jugando los juegos prohibidos 
a la sombra de una higuera.
 Crucé por la niñez imitando a mi hermano. 
Descerrajando el viento y apedreando al sol. 
Mi madre crió canas
pespunteando pijamas,
mi padre se hizo viejo 
sin mirarse al espejo, 
y mi hermano se fue 
de casa, por primera vez. 
 Y ¿dónde, dónde fue mi niñez?

J. M. Serrat

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